Mansa Musa (el hombre más rico que la historia ha conocido)

 Mansa Musa


Durante la época del imperio Malí, Medio Oriente se encontraba en plena bonanza. El imperio conquistó once ciudades que reflejaban su opulencia y fortuna. "Dios le sonreía a los fieles" decía Mansa Musa. Aún los más pobres y desvalidos súbditos y esclavos vestían bellos ropajes de la mejor seda persa; su gobernante no dejaba que sus vasallos y ciudadanos vistieran harapos, y menos pasar hambre, por tal motivo hacía traer toneladas de bellas telas y pieles para cubrirlos, e invertía el oro de sus minas en el trabajo de los campos para alimentar a su pueblo con sus cosechas y ganado. Los Mandén del África occidental vivían bien pero, esta generosidad y riquezas no eran conocidos fuera de sus fronteras, en esto eran muy reservados y por esto sus enemigos y rivales de la región subestimaban su capacidad de guerra y los menospreciaban. Mansa Musa no seguiría dejando que esto fuese así. Oró a Alá y decidió hacer su peregrinación a la Meca, pero no iría sólo no, tras él una ciudad viviente y con miles de carros y camellos cargados con toneladas de oro lo acompañaron. Sesenta mil personas marcaban la tierra y se perdían en el horizonte. Un ejército sin más armas que las que su emperador supo que sería suficiente e infalible. 

Cruzó el desierto y las praderas africanas llegando al Cairo donde su homónimo egipcio, al ver su enorme riqueza y poder de movimiento, quiso demostrarle su poderío invitándolo a permanecer ahí. Una reunión era necesaria para "estrechar lazos" Mansa Musa sabía que no era así, la reunión era más para que al-nasir, monarca en el Cairo, viera como Mansa Musa, su "invitado", se veía obligado a besar su suelo y su mano. Está humillación no lo podía permitir, pero con los más de sus sesenta mil hombre y toda su riqueza a cuestas y en suelo enemigo, Mansa Musa tuvo que ceder; pero no sin antes urdir un plan magistral, plan que hoy en día las mentes militares más malévolas del mundo aún estudian y analizan. 

El plan del emperador Malí era simple, pero muy sofisticado. Sin contar con armas de asedio ni de guerras, y por su voto de no agresión por su peregrinar, sólo le quedaba una cosa por hacer y era demostrar su valor económico.

Tres meses estuvo de huésped en el Cairo y durante esos tres meses bañó con su oro las tierras de su anfitrión. Los pobladores se maravillaron con sus dádivas y opulencia. Era un gobernante mucho más generoso con ellos que los que habían tenido por aquellas tierras desde las épocas faraónicas. El Cairo se enriqueció con su invitado y rebosó de oro y diamantes, pieles y bellas telas. Mansa Musa fue adorado como un buen rey y en eso ensombreció al mismo al-nasir. La primera parte de su plan estaba cumplida, la segunda estaba en marcha y fue tan bien ejecutada que mantuvo en jaque la economía de todo oriente medio por casi diez años. 

Fue tanto lo que Mansa Musa invirtió en su marcha que, la gente beneficiada por sus empresa y servicios se llenaron de fortuna, hasta las limosnas más simples eran una pieza de oro (el rey Midas había vuelto decían quienes conocían la historia) y había hecho que todos a su paso y que se beneficiaron enormemente de su generosidad se les olvidara trabajar y generar lo que realmente importa para vivir. A ese punto había más oro que comida en el Cairo y el resto de oriente medio. El oro empezó a despreciarse y la comida y vienes primordiales a encarecer su valor. El mundo conocido por ellos estaba tambaleando. Los Mandén volvieron a su hogar y su gente siguió con sus vidas mientras Mansa Musa veía desde su trono como sus enemigos colapsaban.

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog